Por Juan Manuel Casella
En un escenario político en el que predominan la desconfianza, el escepticismo, la
indiferencia o, en el otro extremo, el fanatismo acrítico, la cantidad de votantes que
convocó la interna de la UCR de la Provincia de Buenos Aires, fue un dato disruptivo y
sorprendente. También llamó la atención la paridad del resultado, que indica la existencia
de fuerzas competitivas que no se someten pasivamente al mandato de quienes siempre se
piensan dueños de las decisiones. Las consecuencias de este episodio deben analizarse.
Aquí adelantamos algunas ideas.
1.- Nuestra decisión de competir en la interna fue un acierto de efecto revitalizador para
la UCR. Hacia demasiado tiempo (desde 2015) que los afiliados eran convidados de piedra,
reemplazados por los acuerdos de superestructura o por la connivencia de reducidos grupos
dirigenciales que se apropiaron de la conducción y la estrategia del partido, privilegiando
los propios intereses a partir de su capacidad de influir en las decisiones imperativas de los
socios dominantes de una coalición en la que nunca tuvimos posibilidad de cogobernar.
La altísima votación -que nadie previó- demostró la vocación participativa de los radicales
de base, que respondieron a la convocatoria con una fuerza aún mayor que el temor a la
pandemia. Más de ciento cinco mil votantes -muchos de ellos espontáneos- revalidaron en
los hechos la tradición democrática de la UCR. No importa por quien votaron. Importa su
evidente deseo de retomar la capacidad de decisión. No volverán a aceptar que se los
excluya. Ahí está el valor de esta elección.
La paridad del resultado debe ser un eje central de cualquier análisis. Quien resulte
presidente del Comité de la Provincia no podrá ignorar que muy poco menos del cincuenta
por ciento votó por otro candidato. Cualquier intento de retornar al manejo concentrado
e inconsulto, implicará defraudar una vocación participativa, tan valiosa frente a la
realidad de un sistema político desprestigiado y poco representativo.
2.- La vocación participativa de los radicales elimina -o por lo menos, limita- el riesgo de
que se concrete la intención de convertir a la UCR en una línea interna del “PRO” o de
“Juntos por el Cambio” convertido en partido. También demuestra que el afiliado no acepta
la propuesta de “menos radicalismo, más Cambiemos” que, incumpliendo su obligación
elemental y básica de defender a su partido, enunció reiteradamente el presidente del
Comité Nacional. Los militantes radicales que votaron en la interna demostraron en los
hechos que esperan y reclaman la presencia central de un partido que consolide su
identidad y a partir de ella, recupere su capacidad de influir, proponer y gobernar.
3.- Una movilización como la registrada, significa también que ya no será posible que el
“PRO” decida cuales serán el número y el orden de los candidatos que correspondan al
radicalismo y tampoco lo será que los nombres que el partido proponga sean digitados por
un grupo cerrado de dirigentes, algunos de afuera de la provincia.
Esta movilización habilita definitivamente las PASO en los tres niveles. Si intentan otro
camino, los que lo hagan serán responsables de dilapidar el enorme aporte que esta
elección significa para que el radicalismo ratifique su representatividad social.
4.- Durante los dos meses anteriores a la interna provincial, el oficialismo provincial y sus
aliados empezaron a cambiar el discurso. Ahora aceptan y reconocen que la coalición
electoral que triunfó en 2015, nunca se convirtió en coalición de gobierno. También, que
durante ese período la conducción de la UCR se resignó a ser furgón de cola del “PRO”.
Aceptan que la coalición deberá cambiar, con un radicalismo instalado en su conducción,
con nuevos integrantes, con un método claro y compartido de toma de decisiones y con
nuevas ideas. Que la UCR no debe seguir siendo el socio pasivo y silencioso que no propone,
ni critica, ni corrige.
Bienvenido el cambio de discurso, aunque en ciertos casos tenga olor a mero oportunismo
electoral. Los que ayer nos llamaban “fronterizos”, hoy no tienen otro camino que admitir
-de hecho y sin la grandeza de reconocerlo públicamente- que nuestro diagnóstico fue
correcto desde el comienzo. Los radicales que votaron en las internas del 21 apoyaron a
una u otra lista. Pero esa actitud militante demuestra que su intención primaria consistió
en confirmar que el partido sigue vivo y vigente: todos proclamaron que defienden la
identidad progresista y la representatividad social de la UCR.
Tenemos la obligación de respetar esa voluntad que nuestras bases expresaron de manera
clara y espontánea. Si los dirigentes recaen en la especulación pragmática o el cálculo
ventajero, si vuelven a colocar las conveniencias por encima de las convicciones, no harán
otra cosa que exhibir su pobreza espiritual y su inutilidad.













