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Flexibilidad para las elecciones, dogmatismo para gobernar: la trampa que traba a la Argentina

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Las coaliciones electorales que han gobernado al país en los últimos años son el resultado de una vocación acuerdista que ha estado por encima de diferencias muy notorias y profundas


A la hora de los acuerdos electorales, los dirigentes hemos exhibido una flexibilidad y una apertura que, sin embargo, no aparece luego para intentar los grandes consensos que necesita la Argentina. Es una extraña paradoja: podemos hasta olvidar agravios para armar alianzas o coaliciones, pero mostramos dogmatismo y rigidez cuando se trata de discutir políticas de Estado. Es una contradicción que se ha verificado, de uno y otro lado del espectro político, y en la que tal vez resida la incapacidad dirigencial para construir un futuro mejor.

Las coaliciones electorales que han gobernado al país en los últimos años son el resultado de una vocación acuerdista que ha estado por encima de diferencias muy notorias y profundas. Hizo falta una gran flexibilidad para tejer un acuerdo entre el Pro, el radicalismo y la Coalición Cívica. Se tuvieron que priorizar coincidencias por encima de gruesos desacuerdos, disimular contrastes entre experiencias y sensibilidades diferentes y hasta olvidar afirmaciones destempladas entre dirigentes de primera línea. El mismo camino recorrió el Frente de Todos, que fue capaz de reunir a sectores que habían estado enfrentados y a dirigentes que no habían evitado la más áspera confrontación.

Esa vocación por anteponer coincidencias y objetivos comunes (por encima de diferencias y proyectos divergentes) sería, sin duda, una virtud si no quedara limitada a la ingeniería electoral. Si se agota en esa instancia, se revela como una estrategia cortoplacista, meramente especulativa, en la que priman -al fin y al cabo- intereses personales y sectoriales para llegar al poder.

La flexibilidad que la dirigencia ha demostrado para construir estructuras electorales debería ser un capital para buscar acuerdos que aporten soluciones a los problemas reales de los argentinos. La política está en deuda con el presente y el futuro. Es una deuda de la que todos los dirigentes deberíamos hacernos cargo, sin caer en la tentación demagógica y facilista de echar siempre la culpa al otro. Es una deuda que paga toda la sociedad: 40 por ciento de pobreza; dos de cada diez jóvenes sin empleo; salarios y jubilaciones en los niveles más bajos de América latina; miles de víctimas cotidianas de la inseguridad y el narcotráfico; más de un tercio de la población sin vivienda ni agua potable.

La Argentina post-democrática supo sellar un acuerdo fundamental: fue el Nunca Más, que puso un límite definitivo al terrorismo de Estado y a la violencia política. No hemos sido capaces, sin embargo, de alcanzar un pacto por la igualdad y el desarrollo. La pandemia (aún en la devastación y la tragedia) abrió una oportunidad para el diálogo. Hace apenas diez meses, celebramos aquella mesa de consenso a la que, convocados por el Presidente, se sentaron el Jefe de Gobierno porteño y gobernadores de distintos espacios. Ese espíritu constructivo, sin embargo, se evaporó más pronto que tarde. Se produjo un retroceso hacia la beligerancia y se impuso, en el tono del debate público, una hostilidad que, una vez más, ha reforzado los extremos y ha achicado los márgenes para explorar los matices.

La cuestión excede las aristas de la coyuntura política. Revela -al menos en algunos sectores del oficialismo y de la oposición- una concepción del poder basada en los antagonismos y en la demolición del adversario. Es una lógica que, por su propia naturaleza, prescinde de la herramienta del diálogo y mucho más de la vocación por entender al otro. Es una lógica que rompe los puentes, reniega del entendimiento y apuesta a la imposición y el sometimiento. Es, en definitiva, una lógica autoritaria, que además se ha revelado ineficiente para construir previsibilidad y bienestar.

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¿Por qué se rompe el clima de diálogo y consenso que demanda la propia ciudadanía? La respuesta está en el virus de la polarización, que se estimula para cohesionar esos mismos espacios construidos con flexibilidad pero apoyados, a la vez, sobre cimientos frágiles. Esa es la gran patología de nuestro sistema político: se construye al enemigo para garantizar unidad interna. La confrontación se convierte en amalgama de coaliciones políticas que logran ganar elecciones pero que luego fracasan en la gestión de gobierno. Esa dinámica nos aleja cada vez más de la posibilidad de construir un país que brinde oportunidades y esperanza a nuestros hijos.

La Argentina queda entrampada en el dogmatismo que impide los acuerdos. Se reproduce la lógica de la confrontación entre sectores que se anulan recíprocamente: no negocian, no dialogan, no reconocen en el otro a un interlocutor ni a un adversario. Se miran como enemigos y se miden todo el tiempo con la arbitrariedad de la doble vara.

Hemos consolidado, en definitiva, un mecanismo que enferma a la política y debilita al sistema. El resultado es el fracaso colectivo. Si miramos la última década, veremos que existe una relación simétrica entre confrontación política y retroceso económico y social.

Quienes procuramos transitar el camino del centro, solemos ser acusados de ingenuos o de tibios. Los extremos se alimentan unos a otros; las posiciones más rígidas y combativas se justifican y refuerzan entre ellas. Es un juego siempre peligroso, en el que “los duros” se imponen como en una suerte de profecía autocumplida. Hay un teorema inexorable: la agresividad de un lado desautoriza y deslegitima a la moderación del otro.

El camino del diálogo y la moderación es, seguramente, una opción más ardua y trabajosa. Pero es la única que conduce a un futuro mejor. Exige flexibilidad sin resignar coraje ni firmeza. Exige convicciones y valores, sin caer en tentaciones dogmáticas ni absolutistas. Exige el reconocimiento de los grises, sin caer en la opción del blanco o negro. Deberíamos escuchar con más atención a un líder global como el Papa Francisco, quien nos alienta para que construyamos puentes y no cavemos trincheras.

La mayor responsabilidad es siempre de quien ejerce el poder. El Gobierno nacional, que había asumido el compromiso de cerrar la grieta y había apelado a un auspicioso espíritu de cooperación política, ha borroneado su propio libreto inaugural con un lenguaje y una actitud cada vez más confrontativos. Siempre se está a tiempo de desandar ese camino, aunque eso exigiría -por supuesto- reconstruir una confianza que se ha visto menguada.

Debemos diseñar fórmulas de convivencia y de diálogo político. Debemos reforzar los vínculos entre dirigentes de distintos espacios y ensanchar la geografía de los equilibrios y del pluralismo. Ahí está el gran desafío: en la construcción de un modelo que reivindique el debate en lugar del atropello, la cooperación en lugar de la confrontación, la coherencia en lugar del oportunismo y el largo plazo por encima de la táctica ventajista. Debemos cultivar un genuino federalismo, y mirar al interior sin prejuicios ni arrogancia. La educación, el empleo, la producción y la inclusión social deben dominar la agenda de la política nacional. Y la propia competencia electoral debe ser un ejercicio de debate constructivo y no un juego sucio de agravios y chicanas.

Si encaramos los desafíos de la Argentina con la misma vocación de entendimiento y la misma flexibilidad con la que hemos construido acuerdos electorales, empezaremos a recorrer el camino hacia un mejor futuro. Depende, al fin y al cabo, de la grandeza o de la mezquindad de los dirigentes.

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Vino el OCEBA, ¿se habrá enterado la UPC?

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Finalmente una funcionaria de la OCEBA estuvo en nuestra ciudad para interiorizarse sobre las denuncias de los usuarios del servicio eléctrico.
Preocupa la forma en la que se toma los estados por parte de la Usina Popular Cooperativa, dado que lo que observan que en algunos casos es que se realizan tomas de estado estimativas como regla, cuándo deberían ser la excepción.

También hay cuestiones vinculadas a la facturación, el impacto de la actualización automática de los cargos variables y fijos, y a la atención que se le da al usuario en las oficinas de 59 y 42.

Más allá de lo que pasó con el contrato de concesión, estos temas son los que realmente interesan a los usuarios y por lo visto la conducción de la Cooperativa Eléctrica no se enteró.

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Habrá fuerzas en el cielo

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El lanzamiento de “Las Fuerzas del cielo”  fue calificado por el oficialismo como una prueba “exitosa” no tanto por el impacto político sino más que nada por la manipulación de la atención mediática. Todos ahora conocen a este grupo de jóvenes libertarios liderados por el inefable “Gordo Dan”, cuyo alías se asemeja  a lo que en otras épocas sería un luchador de Titanes en el ring.

Está claro que su “lucha armada” era hasta acá era en las redes, donde se esconden detrás seudónimos, ahora salen a la palestra. Veremos hasta donde les da. Eso sí, se sospecha que el financiamiento no viene de sus bolsillos, sino que “es con la tuya contribuyente”.

Pronto se conocerá “Las Epístolas del Cielo”, el manual que prepara el equipo de Milei para “adoctrinar” a su tropa. Un grupo que más allá de su edad, viene con todo el pasado por delante.

Necochea no es ajena a esto, hay grupos pequeños de libertarios que buscan hacerse lugar en redes sociales, no son orgánicos y se conoce la identidad de algunos. Está a las claras que detrás de ellos hay un trasfondo político con nombre y apellido.

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Si hay incertidumbre política y electoral que no se note

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Antes de fin de año el gobernador Axel Kicillof deberá definir de qué manera y cuándo se llevarán adelante las elecciones en territorio bonaerense. 

La implementación de la boleta única de papel a nivel nacional puede llegar a generar que en la provincia de Buenos Aires se vote en distintos turnos: uno para lo que tiene que ver con la Nación y otro para legisladores provinciales y concejales. 

Eso lo tiene que definir el gobernador, como también las fechas, qué lo puede hacer por decreto. 

Por lo cual a nivel electoral la incertidumbre es total. 

¿Habrá boleta única de papel a nivel local y provincial? ¿Se votará en todas las categorías el mismo día o lo haremos en jornadas diferentes? ¿Habrá una sola urna o habrá dos sistemas distintos de votación?¿Habrá PASO?. Todo cuestionamientos que deben resolverse. 

Ante este panorama, se deben empezar a conformar las propuestas políticas para el 2025 en necochea

Todos sabemos que por un lado, va a estar firme Nueva Necochea con el proyecto del intendente Arturo Rojas, lo que es el movimiento peronista, más allá de las coincidencias y diferencias de sus dirigentes, terminará conformando una propuesta competidora para 2025. Pero la pregunta que se nos viene es qué va a pasar con la oposición no peronista en el distrito de Necochea, o sea La Libertad Avanza, el PRO, la UCR , la ACT, la Izquierda y alguno más que pueda aparecer.

Se presentará cada uno por su lado, con sus banderas y discursos o se abrirá un camino al diálogo. Hoy lo más factible es lo primero. No se ven intenciones de conformar una alternativa conjunta, salvo que eso baje de las estructuras partidarias nacionales o provinciales.

Vino el OCEBA

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Está claro que su “lucha armada” era hasta acá era en las redes, donde se esconden detrás seudónimos, ahora salen a la palestra. Veremos hasta donde les da. Eso si, se sospecha que el financiamiento no viene de sus bolsillos, sino que “es con la tuya contribuyente”.

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