Transcurría la mañana en el Palacio Municipal, las diferentes dependencias con las rutinas diarias y un poco más, aunque no había ninguna situación alarmante o urgente.
En una de las oficinas con mayor actividad, cuando se acercaba el mediodía los trabajadores realizaban sus tareas, dialogaban con ocasionales visitantes y la jornada se desarrollaba como otra más.
Y de repente pasó.
Aunque era esperado, llegó. Puntual, práctico, vestía estilo sport resguardándose de las condiciones del tiempo. Saludo con su habitual simpatía y se dirigió a realizar los menesteres para los que fue convocado.
Inmediatamente, quizá tres minutos después, llegó el otro, fino, elegante y también mostró sus dotes para saludar.
Y enseguida uno de los testigos, quizá recordando su paso por otras de sus trabajos, a viva voz señaló : “que momento “.
Nuestros protagonistas pasaron casi al lado, uno del otro , se escuchó el anodino ” Buen Día” y cada uno siguió en lo suyo.
No pudimos completar la frase que José María Gatica le dijo al presidente Juan Domingo Perón, pero sí podemos señalar que ahí, en esa transitada oficina, se cruzaron dos potencias, que en el eter se encontrarán.














