Ana María Comaschi llegó a Barcelona en 1992 con toda la ilusión a cuestas para competir en los Juegos Olímpicos.
La atleta oriunda de nuestra ciudad rondaba por España luego de haber logrado la clasificación una semana antes para competir en heptatlón, la prueba combinada de atletismo. Pero cuando se acercó a la villa olímpica para hospedarse no se pudo acreditar. El sueño de ser olímpica había terminado antes de comenzar.
La historia se remonta a fines de julio de 1992. La investigación que se montó para esclarecer el caso permitió comprobar con el correr de los años que la atleta no pudo participar de la competencia por un error administrativo.
El Comité Olímpico Argentino (COA) no mandó el fax con sus datos en tiempo y forma para integrarla a la nómina oficial de atletas argentinos y no pudo participar.
Comaschi fue designada por la Confederación Argentina de Atletismo (Cada) para los Juegos, pero la inscripción – que debía remitir el COA a la organización – nunca llegó. Un verdadero papelón.
Sus primeros pasos dentro del atletismo los hizo aquí, donde nació y se crio. A los 18 años abandonó su ciudad y se trasladó a Mar del Plata para estudiar Educación Física. Con el correr de los años comenzó a destacarse en competencias nacionales y a comienzos de los ’90 se consolidó como una de las principales figuras del atletismo femenino.

Después de permanecer distanciada del deporte por décadas, Comaschi encontró un nuevo lugar dentro del atletismo: reivindicando el protagonismo de las mujeres, participa de seminarios de género e integra una comisión de protección de atletas ante casos de acoso y abusos.
“Hay que darle a la mujer el lugar que no tuvo durante años. Todo siempre lo manejaban los varones. En Argentina ya hay diez federaciones con mujeres presidentas”, resalta.















